¿Conoces nuestro Programa Brújula?

Cada 23 de septiembre se conmemora el Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Personas, una fecha que nos interpela directamente como profesionales que trabajamos cada día por erradicar la violencia de género y la explotación sexual de las mujeres.

La trata de personas con fines de explotación sexual es más frecuente en los países donde la prostitución está legalizada, esta realidad nos alienta cada día a reivindicar una Ley Abolicionista de la Prostitución en todo el territorio español, para poner fin a la legitimación de los hombres a vulnerar los derechos fundamentales de las mujeres y garantizar la protección, seguridad e integridad de las mismas.

Con este propósito, el Programa Brújula nace como extensión del trabajo que se realiza con las mujeres en los espacios prostitucionales desde las Unidades Móviles del Programa Alternativa. Con él se busca ofrecer un espacio seguro donde puedan trabajar de una forma más profunda y personalizada en los aspectos de sus vidas que ellas consideren que necesitan atención y apoyo profesional.

Este programa ha conseguido mejorar la empleabilidad de mujeres en procesos de prostitución y víctimas de trata. También se ha podido fortalecer las situaciones personales que viven en nuestro país mediante atención psicológica, jurídica y/o social, según sus realidades y necesidades.

En los Centros Alternativa en los que opera la Comisión (Andalucía, C. de Madrid, Castilla la Mancha, Navarra y País Vasco) se ofrecen atenciones psicológicas, sociales y/o jurídicas, siempre personalizadas y adecuadas a las necesidades que la mujer demande, incluyendo derivaciones a otros servicios especializados. Se realizan talleres periódicos (de inserción socio-laboral, idiomas, empoderamiento)  enfocados a ofrecer una formación práctica, accesible y útil, según las necesidades que las técnicas del programa observan en las mujeres en el periodo de tiempo que se imparten. Las temáticas abarcan todas las áreas de intervención anteriormente mencionadas.

La experiencia con los distintos talleres que se ofrecen a las mujeres que forman parte del programa, demuestra que el trabajo en grupo puede ser muy enriquecedor para ellas, ya que les permite verse reflejadas en otras mujeres, generar lazos de apoyo y confianza, y reconocer cualidades y aptitudes personales que puedan ser útiles para aplicarse en otros ámbitos importantes para su desarrollo personal e inclusión social.

Lo que se persigue con ambos programas de intervención con mujeres prostituidas es ofrecer alternativas a las mujeres para salir de la explotación sexual a la que se ven sometidas por las condiciones de desigualdad en la que se encuentran. Sin embargo, cada caso es un mundo, y así lo reflejamos en nuestro trabajo con ellas.

Es un proceso largo y tortuoso, con baches sociales, emocionales y físicos. Se debe tener en cuenta que son mujeres que se presentan en un mercado laboral precario, con un CV marcado por los vacíos de las etapas en las que han sido prostituidas, que normalmente proceden de situaciones de vulnerabilidad extrema que hacen que no puedan permitirse acceder a estudios básicos por necesitar cubrir económicamente sus necesidades primarias y, en muchos casos, las de sus familias.

Con esto cabe decir que si una mujer consigue un empleo y salir de la industria prostitucional, ha sido gracias a su esfuerzo y a su capacidad para lidiar con su realidad de violencia y exclusión social, ya que nuestra función es la de intentar que ese proceso sea lo menos doloroso posible, que sea efectivo, que se reconozcan sus derechos humanos y, lo que puede ser determinante a la hora de tomar la decisión, que se sienta apoyada.

Desde la Comisión defendemos profundamente la abolición de la prostitución. En nuestro trabajo diario vemos los efectos que tiene este mal llamado «trabajo» en las mujeres. El nivel de violencia, exclusión social y vulnerabilidad al que se ven expuestas no debería ser invisible a los ojos de la sociedad. En palabras de la gran Amelia Tiganus «los prostíbulos son campos de concentración» en los que ellas tienen que vivir día tras día.

Desde la sociedad pedimos a estas mujeres que se hagan responsables de una situación de violencia que ellas no han elegido, pero que nosotros/as permitimos mirando hacia otro lado y normalizando que los puteros compren una y otra vez un cuerpo humano. A ellas se les exige ser violadas una y otra vez a cambio de dinero y que además, tengan buen ánimo, que estudien y tengan ánimos para buscar otra forma de sustento, que no vistan provocativas, etc.; en resumen, que no incomoden.

Desde nuestro punto de vista, es la sociedad la que debe reparar todo este sufrimiento vivido y facilitar a las mujeres prostituidas recuperar sus derechos y su posición como ciudadanas dentro de la misma. Esto no será posible sin un enfoque abolicionista que no trivialice las realidades de estas mujeres y que las acompañen en sus procesos de mejora y consecución de objetivos vitales.