La puesta en marcha de servicios de atención a mujeres víctimas de violencias machistas –violencia de género, sexual, prostitución y trata, entre otras- es una fase ya implementada, tanto en gran parte de la administración pública, como en la atención a mujeres desde asociaciones. Sin embargo, la adaptación de la atención pública a mujeres migrantes es aún un paso por dar en parte de las administraciones.
Por ello, surgen las figuras de las ‘agentes de cambio’, mujeres migrantes, que han pasado por las barreras de la atención pública a varios niveles, y que a través del programa Access, impulsado por Médicos del Mundo, han conseguido empoderarse.
Ellas mismas se convierten en sujetos de su cambio y facilitan la superación de barreras burocráticas a otras compañeras en situación similar a la suya a su llegada a España. Momentos en los que, por ejemplo, eran expulsadas de los pisos alquilados en los que vivían “porque el casero pensaba que por ser africana ya tenía el ébola”, expone Vida, de Ghana
A su llegada, estas mujeres «no conocen el idioma, la cultura, ni los recursos que están disponibles», abunda Aby Watt, agente de cambio. A todo ello, no solo se suma una barrera idiomática, con poca o nula disponibilidad de personas traductoras en las instituciones, sino que existe un muro más grande: la barrera cultural.
Creencias y culturas arraigadas, como la dificultad de denunciar violencias machistas en el entorno del matrimonio en algunas culturas africanas. “El marido, al casarse, paga una dote a la familia de la mujer, por lo que si ella denuncia, es como si denunciara a toda su familia. Es una deshonra”, señala Aby Watt, una de las facilitadoras del cambio.
Estas diferencias culturales, a veces incomprensibles o lejanas para la cultura occidental blanca, suponen un muro adicional para estas mujeres. Un muro que gracias a la figura del agente de cambio se diluye, ya que se trata de un equipo preparado, que conoce las particularidades culturales y sociales del país de origen y comparten educación y valores, por lo que se elimina el problema del “asistencialismo” desde asociaciones a mujeres migrantes.
El ámbito de actuación de las agentes de cambio no solo abarca las violencias machistas, sino que su programa también ayuda y empodera a las mujeres en lo laboral. Raquel, de origen paraguayo, fue víctima del encasillamiento laboral al llegar a España, cuando pidió acudir a un curso de mediación comunitaria para seguir formándose y complementar sus estudios en psicología cursados en su país de origen.
Los asistentes sociales que gestionaban el curso le recomendaron desechar esa idea y centrarse en un curso de limpieza en fábricas, “porque consideraban que al ser migrante ese era mi destino y no podía aspirar a más”.
“La violencia institucional nos hace mucho daño, nos perjudica”, finaliza Raquel. Aby, por su parte, pide desterrar los estereotipos que afectan a la población migrante, y lamenta que, a pesar de llevar más de 15 años viviendo en España, hablar castellano y estar “plenamente integrada”, cree que “por el color de piel o el acento ya no somos de aquí.
Unos prejuicios que, advierte, también han hecho mella en su autoestima y propia consideración pero que, gracias a programas como Access de Médicos del Mundo y la mediación como agente de cambio con otras mujeres de su país, ha logrado superar.