Clara Zetkin
Clara es considerada la impulsora fundamental del Día Internacional de la Mujer (8 de Marzo). Estudió para maestra en Leipzig y allí conoció a su futuro marido, Osip Zetkin.
Cuando Clara tenía 24 años, se une al Partido Social Demócrata, que después sería prohibido por Otto von Bismarck. Es exiliada a Suiza durante ocho años por pertenecer a este partido; regresa a Alemania en 1890.
En 1892 decide dedicarse a la sección femenina del Social Demócrata e inicia un diario llamado La Igualdad, constituido totalmente por mujeres y considerado el primer órgano de mujeres socialistas en Alemania.
Perfectamente madura y entusiasta, a los 50 años Clara ayuda a organizar la Primera Conferencia Internacional de Mujeres. Será en 1910 cuando proponga en la conferencia realizada en Copenhague que el día 8 de Marzo se instituya como el Día Internacional de la Mujer. La propuesta es ampliamente aprobada.
A partir de 1914, Clara se une a su amiga Rosa Luxemburg y realizan actividades para detener la primera Guerra Mundial -estallada en ese año- y en la cual Alemania fue uno de los principales países involucrados. Por este motivo fue encarcelada varias veces.
En 1918 Clara pasa a formar parte del primer Comité Central del Partido Comunista; lo representa desde 1920 hasta 1932. En 1919 Clara y Rosa contribuyen a formar el Partido Comunista Alemán; desde entonces luchan contra el Partido Nacional Socialista, construido por los nazis.
En 1920, cuando ella tiene 63 años de edad, es elegida diputada; mantiene su puesto hasta 1933 en el Reichstag, donde sus intervenciones siempre fueron admiradas, en especial cuando en 1932 se opuso rotundamente a la criminal ideología de Adolf Hitler.
Clara se exilia en Rusia en 1933, cuando Hitler toma el poder. Más tarde en ese país es nombrada presidenta de la Junta Internacional de Mujeres; poco después del hecho muere. Tenía 76 años de edad.
Clara fue una de las precursoras del feminismo, incansable en su lucha a favor de la paz en el mundo. Las mujeres de hoy debemos mucho a su valor, inteligencia y valentía.
Ana de Miguel Álvarez: «El conflicto clase-sexo-género en la tradición socialista» (fragmento)
Clara Zetkin (1857-1933) fue una activa militante comunista alemana y una de las primeras impulsoras de la organización de mujeres a nivel internacional desde una perspectiva de clase -el sufragismo también tenía proyección internacional.
De Zetkin podemos afirmar que su lugar histórico es más importante en la articulación práctica del feminismo que en la teórica; es decir, sus escritos son fundamentalmente conferencias y panfletos dispuestos a persuadir a las masas, una tarea de educación y proselitismo. Sin embargo precisamente por eso tiene tanta importancia analizar algunos de estos escritos, ya que se convierten en testimonio de la posición general de estas feministas socialistas adheridas a la Internacional. En concreto nos centraremos en otra de las tesis clave en la configuración del feminismo socialista: la afirmación de que los intereses de las mujeres no son homogéneos, sino que están en función de su pertenencia a las diferentes clases sociales. Zetkin desarrolla esta tesis a través del análisis de la familia, análisis que coincide prácticamente con la posición ya mantenida por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista. Como es bien conocido, Marx y Engels desmitificaron el carácter sagrado e inmutable de la familia burguesa, devolviéndola al terreno de las instituciones sociales tangibles y convirtiéndola en una categoría histórica transitoria. Según su análisis, la familia estaba inevitablemente abocada a una rápida disolución; de hecho hablar de familia proletaria carecía totalmente de sentido dadas sus espantosas condiciones de vida. Por otro lado, la familia burguesa, basada en la propiedad privada desaparecería con ésta. Así lo plantearon en el Manifiesto Comunista:
«En qué bases descansa la familia actual, la familia burguesa? En el capital, en el lucro privado. La familia, plenamente desarrollada, no existe más que para la burguesía; pero encuentra su complemento en la supresión forzosa de toda familia para el proletariado y en la prostitución pública. La familia burguesa desaparece naturalmente al dejar de existir ese complemento suyo, y ambos desaparecen con la desaparición del capital.» (11)
Zetkin comienza su análisis desvelando los intereses de las mujeres de la alta burguesía. La familia de la alta burguesía se basa en un mero acuerdo económico, carece de sentido moral. Zetkin no encuentra ninguna función social a la mujer dentro de esta familia: ni es madre ni es esposa, a los hijos los cuida la servidumbre y con el marido el acuerdo es económico no amoroso. En consecuencia, si estas mujeres quieren dar sentido a sus vidas necesitan poder disponer libremente de su patrimonio. Su interés específico consiste en luchar por conquistar el derecho a disponer de su propio patrimonio contra los varones de su clase, que son quienes -obviamente- les niegan tal derecho. Resumiendo, su reivindicación es el derecho a la propiedad, y su enemigo, los varones de su clase social.
Respecto a la familia de la mediana y pequeña burguesía observa su progresiva proletarización y destrucción. Los trabajos liberales se han proletarizado y esto conlleva la disminución del número de matrimonios en esta clase social. La razón reside en que los varones -debido a la explotación capitalista- cuentan con un nutrido ejército de prostitutas para satisfacer sus deseos sexuales y esto les resulta considerablemente más económico que el matrimonio. En consecuencia, optan por no casarse, lo que genera la imperiosa necesidad de incorporarse al trabajo asalariado en las mujeres de esta clase social -aunque también lo deseen vivamente por otras razones. Sin embargo, sus compañeros de clase se oponen vehementemente a que las mujeres puedan competir en los trabajos liberales asalariados. Esta es la razón
de su tajante negativa al sufragio femenino: saben que mediante éste las mujeres podrían cambiar las leyes y convertirse en incómodas rivales en un mercado de trabajo cada vez más precario. De nuevo el conflicto de intereses es un conflicto que enfrenta a ambos sexos. Ahora bien, también es imprescindible señalar que para Zetkin las aspiraciones de las burguesas están totalmente justificadas ya que además de constituir una legítima reivindicación económica, suponen también el justo derecho a ser sujetos autónomos de unas mujeres cansadas de «vivir como muñecas en una casa de muñecas.» (12)
Por último, analiza la cuestión femenina en la clase proletaria. Como señalábamos antes, en esta clase social, no puede hablarse con propiedad de familia. Las mujeres, los niños incluso, han sido arrancados del hogar por la voracidad del capital. Sin embargo, no todo es negativo: la mujer trabajadora se ha convertido en una fuerza de trabajo absolutamente igual al varón. Siguiendo al pie de la letra la predicción de Engels, Zetkin certifica la desaparición de la sujeción de la mujer en el proletariado. Los problemas de la proletaria no tienen nada que ver con sus compañeros de clase social sino con el sistema capitalista y la explotación económica: «como persona, como mujer y como esposa no tiene la menor posibilidad de desarrollar su individualidad. Para su tarea de mujer y madre sólo le quedan las migajas que la producción capitalista deja caer al suelo.» (13)
Sin embargo, y a pesar de este análisis, Zetkin defiende el apoyo a las reivindicaciones del movimiento feminista burgués, especialmente el derecho al voto. Aunque tanto Bebel como Engels habían relativizado la importancia del sufragio para las mujeres -ya que era confundir el efecto con la causa- Zetkin lo reivindica desde el pragmatismo: así las proletarias podrán luchar codo con codo junto a los proletarios por la conquista del poder político.
En general, y desde el feminismo contemporáneo, existe cierta unanimidad al criticar la insuficiencia del análisis marxista de la familia, y en concreto de las funciones de la mujer dentro de la misma. También se ha criticado el injustificado optimismo sobre la situación de igualdad entre mujeres y varones en la clase proletaria, aunque aceptando que el acceso de las obreras a cierta autonomía económica socavaba la autoridad patriarcal. (14) Sin embargo, y aún reconociendo la legitimidad de estas críticas, contextualizar los escritos de Zetkin puede suministrarnos alguna clave para comprender mejor su indudable voluntarismo teórico. Cuando Zetkin escribe el apoyo del movimiento obrero organizado a la emancipación de las mujeres no era algo absolutamente claro. Al contrario, en ésta como en otras cuestiones, distintas tendencias luchaban por imponer sus criterios. Y una de las opiniones de más éxito quería alejar a las mujeres de la producción. Los argumentos utilizados eran varios: la necesidad de proteger a las obreras de la sobreexplotación, el elevado índice de abortos y mortalidad infantil, y también, por supuesto, el descenso de los salarios y la «competencia desleal» de las obreras. Para muchos, en definitiva, dada la condición natural de esposa y madre de las mujeres, su incorporación a la industria era algo monstruoso. Así de claro lo expresó August Bebel: «No se crea que todos los socialistas sean emancipadores de la mujer; los hay para quienes la mujer emancipada es tan antipática como el socialismo para los capitalistas.» (15) Esto explicaría razonablemente la alegría y el optimismo de Zetkin al valorar lo que considera el gran avance del «socialismo científico»: su rotunda afirmación de que las mujeres deben entrar en la producción. Esta es para Zetkin la aportación fundamental del marxismo y de la Primera Internacional a la causa feminista.(16) Además, aunque no consta de manera explícita en sus escritos sobre la cuestión femenina, los partidos socialdemócratas -posteriormente comunistas- jamás apoyaron el feminismo más allá de la necesidad de incorporar a las mujeres a la causa socialista. Transcribimos a continuación una regañina de Lenin a Zetkin que no tiene desperdicio:
«Clara, aún no he acabado de enumerar la lista de vuestras fallas. Me han dicho que en las veladas de lecturas y discusión con las obreras se examinan preferentemente los problemas sexuales y del matrimonio. Como si éste fuera el objetivo de la atención principal en la educación política y en el trabajo educativo. No pude dar crédito a esto cuando llegó a mis oídos. El primer estado de la dictadura proletaria lucha contra los revolucionarios de todo el mundo… Y mientras tanto comunistas activas examinan los problemas sexuales y la cuestión de las formas de matrimonio en el presente, en el pasado y en el porvenir!» (17)
La referencia de la última frase alude al ya citado libro de August Bebel La mujer y el socialismo, cuyo subtítulo reza «en el pasado, en el presente y en el porvenir. Para Lenin en este libro estaba ya depositada toda la sabiduría dialéctica sobre la cuestión femenina y no eran necesarias posteriores elucubraciones. Además este texto es otro claro ejemplo de cómo la cuestión femenina se convierte en la cuestión siempre aplazada. Tal y como ha señalado Batya Weinbaum, Lenin no sólo critica el feminismo por pensar que resulta innecesario, sino por lo que tiene de destructivo al restar energías a la auténtica lucha. La consecuencia es que «la discusión sobre el sexo y el matrimonio deber esperar a que todo el mundo sea socialista o hasta que no haya contrarrevolucionarios en ninguna parte.» (18)
Notas.-
11. Marx, Karl y F. Engels, El manifiesto comunista, Barcelona, Grijalbo, 1975, p. 44.
12. Zetkin, Clara, La cuestión femenina y la lucha contra el reformismo, Barcelona, Anagrama, p. 104.
13. Idem, p. 105. Zetkin habla con naturalidad de la necesidad de armonizar «los dos ámbitos de deberes de las mujeres.» De hecho, en las primeras formulaciones de teorías feministas casi siempre existe cierta aceptación de la división sexual del trabajo; por radicales que sean las demandas de derechos, la condición de madre y esposa es difícilmente cuestionable. No ser hasta el feminismo de los años setenta cuando se llegue a cuestionar de raíz la división sexual del trabajo.
Una reflexión muy interesante sobre los problemas de la tradición marxista a la hora de «pensar» las relaciones en las que está implicada la sexualidad y la reproducción se encuentra en el artículo «Marxismo y feminismo», en Amorós, C., Hacia una crítica de la razón patriarcal, Barcelona, Anthropos, 1985, pp. 289-318.
14. Para estas críticas, remitimos a las obras de las feministas contemporáneas citadas a lo largo de este artículo y, en general, a todas las obras de feminismo socialista publicadas desde los años setenta.
15. Bebel, A., op. cit., p. 117.
16. Ve se en la obra ya citada de Zetkin el artículo «Contribución a la historia del movimiento proletario femenino alemán», especialmente el epígrafe «Los obreros alemanes en el período inicial de la lucha de clase y la cuestión del trabajo profesional femenino», pp. 56-112.
También tratan este tema, entre otros, La mujer ignorada por la historia de Sheila Robotham en Madrid, Debate, 1980 y la obra de Richard J. Evans Las feministas, Madrid, Siglo XXI, 1980.
17. Lenin, V.I., La emancipación de la mujer, Akal, 1974, p. 101.
fuente: Ana de Miguel Álvarez: «El conflicto clase-sexo-género en la tradición socialista» (fragmento)
cronología
1857 Nace en Wiedenau, Sajonia
1914 Comienza la Gran Guerra
1918 Forma parte del Comité Central del Partido Comunista Alemán
1933 Muere en Arjangélskaia, URSS
bibliografía [de]
- La cuestión femenina y la lucha contra el reformismo, 1976
- Recuerdos de Lenin, 1977
bibliografía [sobre]
- Clara Zetkin, una vida al servicio de la humanidad, s.f.
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